A aquellas personas que les gusta leer por montones,
les pido que me disculpen por esta vez, ya que en este relato seré muy
breve en comparación con los dos anteriores, Caminata a
la Primera Cascada del Río
Shilcayo y Practicando
un poco de senderismo en el Morro de Calzada.
Esto se debe no porque esté apurado o cansado, sino por la escasez de
material fotográfico y de vídeo. En pocas palabras, se los explicaré
cuál fue el problema: Me fui con una cámara filmadora prestada (sí,
prestada), y durante el camino iba filmando y a veces fotografiando; sin
embargo, no medí la duración de la batería y “murió” antes de llegar a mi
destino turístico, la catarata de Huacamaillo. Como no alcancé a tener las
imágenes que más deseaba, eliminé todo los vídeos capturados. Cuando
arribé a la caída de agua, el aparato digital “aguantó” por unos momentos y así
pude sacar algunas fotos, una de las cuales (la modificada a sepia) la
subí a este post. Una que tomé en el transcurso de la caminata también la
coloqué aquí y esa es en la que estoy de pie sujetando las correas de mi
mochila. El resto de imágenes, nada tienen que ver con aquella salida al campo:
La del inicio (Huacamaillo) es de una página que encontré; la del cerro
y la del grupo de jóvenes fuera de la choza es la de un paseo universitario
al pueblo de San Antonio, y las otras dos fotos de la catarata son
las que hallé también en unos sitios web… Y a partir de ahora ya les cuento
sobre mi día en plena naturaleza.
El 10 de Diciembre de 2008 salí solo de casa a eso
de las diez de la mañana, bajo un potente y
ardiente sol y un cielo totalmente despejado. Únicamente vestía mi
ropa de campo y, en mi mochila, llevaba un polo de repuesto y la
cámara de un compañero de la universidad. No me olvidé de mi billetera.
Como ya lo saben, comida y bebida brillaban por su ausencia. Me
dije que las compraría en alguna bodega de abarrotes, pero no de Tarapoto,
sino del pueblo cercano a mi destino ecoturístico, San Antonio, ubicado a
22 kilómetros aproximadamente del paradero de autos que hacían ruta. Allá
es a donde me dirigía primero, a la pequeña terminal de vehículos de categoría
un nivel más arriba de las combis, la antepenúltima. Bueno, para que me
entiendan mejor, les invito a leer el post Practicando un poco
de senderismo en el Morro de Calzada- Parte II…
Y para llegar al paradero en mención, no era necesario ir
sobre ruedas, dado que se localizaba a unas cuadras de mi casa, en el Jirón
Comandante Chirinos (no estoy seguro si la cuadra 1). Pero en
caso de que haya algún interesado en conocer Huacamaillo, pueden mandarme un
mensaje vía e-mail mediante la opción Contacto del
Menú. Estaré gustoso de responderles.
Para arribar a San Antonio el auto se tardará media
hora más o menos, y antes pasará por otro pueblo, San Pedro, que es un tanto
menor que su vecino. Durante ese caluroso miércoles, el corto
viaje en el vehículo ocurrió sin inconvenientes, a excepción del intenso
bochorno en el interior de la cabina que obligatoriamente tenía que estar
con las ventanas cerradas debido a la polvareda de la carretera. Ni
bien llegué a San Antonio, pagué mi pasaje y comencé la caminata hacia la caída
de agua. Además, desde esos momentos, empecé a filmar los pasos que
fui dando y las casuchas y chozas de los alrededores. Tuve que
pasar un río, el Cumbaza, por un puente de madera y así ingresar al camino que
debía llevarme a la catarata de Huacamaillo. Ya había visto varias bodegas,
y a pesar que no dejaba de sudar, aún no entraba a desembolsar centavo alguno
por las provisiones. Y de este modo seguí avanzando, sin darme la gana de
comprar y soportando la sed. Erróneamente pensé que la caminata (ida y
vuelta sin contar la estadía) duraría de 30 a 40 minutos, y que podría resistir
con la falta de líquido en ese tiempo. “A lo mucho estaré de regreso en el pueblo
a la 1:00 p.m., justo para el almuerzo”, me escuché decir mientras dejaba atrás
la última bodega… Fui muy negligente… perdón, fui un imbécil en esos momentos.
Con la cámara filmando y a veces en modo
fotográfico, continué la caminata de ecoturismo. Por allí había poca gente a quien preguntar si la ruta que seguía era
la correcta. Pero no tuve problemas hasta que llegué a una división de
senderos y elegir al azar. Tomé el de la izquierda. Mala elección. Y de eso recién
me di cuenta —o me dieron cuenta— cuando hube andado en torno a unos diez
minutos. Un campesino me indicó que debería haber cogido el camino de la
derecha. Enojado conmigo mismo, retrocedí y me adentré por donde dijo
el lugareño. El sonido del río crecía lentamente y, al alcanzar
las orillas del mismo, éste era fuerte por las partes en las cuales las piedras
levantadas se estrechaban. Mi garganta se resecó de calor y todavía no
me animaba a beber agua del Cumbaza, aunque sea unos sorbos.
Proseguí un tramo más por el canto del río y me encontré
con otro campesino dando una lavada a su pala. Le pregunté cómo
llegar a la catarata de Huacamaillo y en sesenta segundos, con una voz rasposa,
me explicó qué direcciones tomar. “Gracias, le entendí a la perfección”, le
dije mintiendo. Lo único que pude comprender es que tenía que vadear 3
veces el río y no apartarme mucho de sus bordes. De esta
manera obedecí al hombre de campo: Mi primer cruce del Cumbaza fue
a unos metros de donde conversé y tuve que guardar la cámara en su estuche porque
la corriente y los guijarros mohosos ponían en peligro de que soltase el
cacharro; luego, caminé un buen tramo antes de pasar de nuevo el río, y en
dicho cruce, como la corriente se apaciguaba, grabé fácilmente mi vadear;
enseguida, y más acalorado pese al remojón, caminé a través de árboles y
arbustos sin ver a casi nadie; y, antes de llegar a un puesto de control, que
también me informó vagamente el campesino, anduve por encima de rocas y piedras
por una zona seca del Cumbaza. Después de pagar mi ingreso
a esta parte de la Amazonía del Perú (creo que 2 nuevos soles), seguí para
cruzar el río por tercera ocasión y que la señora atendedora me señaló. Le
había pedido que me venda algún refresco o bebida semejante, pero dijo no
brindar ese servicio al turista o visitante.
Sudoroso y con la cámara siempre prendida, resté
distancia al cruce del río, hallando algunas vacas y toros amarrados a los
costados del camino y parrales de uvas en la lejanía. Y mientras hacía unas tomas de los cornudos, la pantalla del
trasto empezó a parpadear, y sin previo aviso de batería baja, la muy condenada
se apagó. Nada pude hacer para encenderla, e incluso pensé en volver a
casa. Sin embargo, tenía la esperanza de que el dispositivo se
prendiera más tarde, en la catarata tal vez. De forma que, lamentado
y acalorado, seguí con mi aventura en la naturaleza.
Atravesé el río y penetré por un sendero más
angosto y tupido de vegetación. Por falta
de líquidos y sales minerales, a duras penas ascendí una cuesta con
escalinatas de piedras laja y pasamanos de troncos. Por esos
sitios, los árboles sombreaban bastante, en cambio, cuando llegué a las
márgenes de una quebrada, la floresta se abrió un tanto a los lados y mi
caminata se tornó más dificultosa por medio de piedras y guijarros. En
aquellos instantes sentía un calor infernal y unas ganas tremendas de
zambullirme en alguna poza, pero por donde recorría, el agua no era muy
profunda como para que me sumergiera en cuerpo entero. Así que me
conformé con remojar profusamente mi cabeza. “No me caería mal unos
traguitos de agua de la naturaleza”, pensé en voz alta cuando terminé de
empaparme. Bebí dos o tres sorbos haciendo un cuenco con ambas manos.
Hubiese tomado más si en el fondo del pequeño estanque no hubiera visto
renacuajos y rocas ennegrecidas… Y con ese insuficiente sustento de uno
de los afluentes del Cumbaza en mi estómago, pude llegar trotando hasta la
catarata de Huacamaillo.
Sediento y hambriento, me arrodillé en la
arena rocosa frente a la caída de agua y junto a la orilla. Sumergí mi cabeza y
me llené del líquido elemento hasta henchir mi barriga. Importaba un comino
si ingería bacterias o parásitos. Sólo quería calmar la sed. A continuación, encendí
la cámara y felizmente alcancé a fotografiar algo. Ya tenía pruebas
de que en realidad estuve en la catarata de Huacamaillo, una caída de agua de
20 metros de altura y a la cual desde el pueblo de San Antonio demoré en llegar
cerca de 50 minutos. Obviamente, si no hubiese equivocado la ruta a un
principio, ya estaría hace rato en el destino de mi pequeña aventura.
Huacamaillo forma una poza de 2 a 20 metros de
profundidad y está rodeada de plantas y rocas grandes. El clima del paraje y la temperatura del agua de esta catarata
son frescos y relajantes, pues los rayos del sol apenas entran a través del
techo arbustivo y por el mismo hecho de que el ambiente se encuentra a mayor
altitud. Calculo que las coordenadas geográficas del destino
ecoturístico son 6°23'19''S 76°24'04''W. Si cuentan con Google Earth instalado
en su PC, copien y peguen esto en la barra de coordenadas y el programa
automáticamente les llevará al punto exacto. Desde el espacio se ve solo
selva y un poco al río Cumbaza. Compruébenlo ustedes si desean, y de paso ven
un “sector” de la Amazonía.
Luego de bañarme varios minutos, di media vuelta
para regresar. Era algo más de la una de la tarde, y al salir de la frondosidad
el poderoso sol me iba quemando la piel y dando más sed hasta el grado que me
deshidraté un poco. Una tortura que yo mismo me impuse en esta
aventura de locos. Aparte que había desayunado como mendigo, ya que
salí a correr temprano ese día y cuando volví a casa solamente bebí jugo de
papaya y un pedazo de pan con huevo… Antes de vadear el río por
última vez, tenía los labios bien pelados y la garganta súper reseca. Ya no
quise tomar agua con microbios. Para mi desgracia y más sufrimiento, me
despisté por unos momentos, cosa que alargó el tiempo de vuelta. En San
Antonio, al fin pude comprar y beber agua sin medirme. Y en Tarapoto, tras
tanto padecimiento físico, me premié con un par de almuerzos: el primero en
un restaurante del mercadillo y el segundo en el comedor de casa… Cosas
que suceden cuando te escapas de casa sin tener un plan trazado.
FIN
Nota: Las fotos de la catarata de
Huacamaillo mostradas en este post, de acuerdo al orden, son propiedad de:
Primera Foto: Carlos Navarro Photo & Film
Segunda Foto: Made in Tarapoto
Tercera Foto: Tour Tarapoto
Espero más adelante pueda visitar de nuevo esta
cascada y mostrarles fotos mías. Tendré la cámara (o celular) con la batería
cargada.
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