Los Baños
sulfurosos de Oromina son un conjunto disperso de pozas o
piscinas con aguas sulfurosas o azufradas que nacen del subsuelo, localizadas —como
dije— en el cerro del mismo nombre, alrededor de 4 kilómetros en línea
recta desde la ciudad de Moyobamba, departamento de San Martín (selva Alta del
Perú). Las coordenadas exactas de la ubicación (de la primera piscina)
son 6°04'04.43''S 77°00'16.68''W. Compruébenlo por Google
Earth… Tales fuentes de agua son cuatro en total: dos profundas
pozas naturales y dos piscinas que se llenan con el agua
azufrada de las pozas que no deja de descender. Además hay una
fuente con agua pura y fresca que emerge de un río de más arriba. En las
fotos podrán ir observando a cada una de éstas. Pueden apreciar que el
color de las aguas varía de un plomo verdoso a un celeste grisáceo, pero lo
que si no serán capaces de saber con sólo ver las imágenes, es el olor
que emanan: éste es como el de huevos podridos hirviéndose. Asquerosas
pero curativas. Había dicho que son refrescantes, sí. Sin
embargo, me olvidé el “detallito” de que apenas te vayas aproximando
a estos baños de la Amazonía peruana, tu olfato será el mayor
perjudicado. No obstante, eso será lo de menos cuando se trata de sanarse
de alguna enfermedad de la piel, los músculos o los huesos. Pues, las
propiedades del azufre son bastante beneficiosas para la cura o el alivio de
males que varios ni se imaginan; y para que se informen mejor sobre
esto, visiten esta dirección y
revisen la parte de “Propiedades Medicinales de Aguas Sulfurosas”.
Les
cuento que cuando llegué a estos milagrosos baños tuve ganas de meterme al agua
de una vez, pero un sentimiento más fuerte me retuvo unos minutos: era mi
pasión por la fotografía y el rodaje. El cielo advertía tormenta, y
es por eso que quise concluir cuanto antes con la inaplazable “inmortalización”
de este maravilloso lugar rodeado del verdor de la flora sanmartinense.
Bebí un sorbo de mi botella y dejé todas mis cosas (menos la cámara) sobre
una quebradiza mesa debajo de una choza cerca a los baños. A
pesar de que las pozas naturales se encuentran metros más arriba de las
piscinas, fotografié y filmé primero a éstas desde todos los ángulos posibles. La
de la izquierda (tomando como referencia la entrada al sitio turístico)
está cercada con troncos y tallos de bambúes partidos, y tiene un letrerillo de
peligro. Un campesino que pasó por allí me contó que mucha gente se había
resbalado en esas aguas y a las justas pudo salir con el auxilio de otros.
“¿Y por qué padeció?”, le pregunté al sujeto, que mudaba botas y sombrero.
“Porque hay algo que te absorbe desde el fondo”, respondió mi
interrogante, dejándome sorprendido de inmediato. Y luego le consulté si
sucedía lo mismo en la poza de la derecha que, en
cambio, permanece expuesta. Me dijo que ahí no se corre
mucho peligro de ahogar. Sus profundidades son menos traicioneras. En
ambas, sus aguas son un poco burbujeantes y en sus superficies flotan algunas
hojas secas que se desprenden de los árboles de en derredor. Esas
son las pozas de Oromina que la naturaleza ha ido formando durante años y años,
y que el hombre tuvo el prodigio de descubrirlas para drenar y limpiar sus
aguas hasta un par de piscinas, aptas para el baño y de baja hondura, llegando
máximo hasta el tórax de un individuo de estatura media.
El
campesino que conocí,
después de que nos tomáramos fotos el uno y el otro, me invitó a darme
una duchada en las azufradas aguas de Oromina, cosa que recién hice al
finalizar mi disparo de flashes y enfoques de cuadros fílmicos. El
agua, debido al tiempo atmosférico, se mantenía un tanto fría, y más la de la
piscina que no contenía azufre. Sin previo aviso, comenzó a garuar
con fuerza, mientras todavía seguía sumergido en la segunda piscina, de la
derecha y un poco más pequeña que la primera. Mis pertenencias y la
cámara estaban a salvo de las gotas bajo la sombra de la choza que he
mencionado. Y antes de ir a recogerlas para regresar, me zambullí de
nuevo en la piscina “desazufrada” para efectuar mi enjuague, aunque la
precipitación de las nubes me mojó regular. En ese momento, leí las
inscripciones de un cartel puesto en dos tallos, que lo había fotografiado,
pero que no me di espacio para terminar de repasar todo lo que decía. Eran
palabras en quechua con sus respectivas traducciones al español; se lo diré
algunas: UPA= Sordo, ASNAY= Mal olor, TUNCHI= Fantasma, TONGORO=
Garganta.
A
la vuelta, a mitad de camino para llegar a la carretera, las nubes no
aguantaron más y empezó a llover a cántaros. Tuve que asegurar todo lo que llevaba
dentro de bolsas de plástico en el interior de mi mochila; lo más importante: cámara,
celular, dinero, ropa y apuntes… Logré estar en la entrada de
Moyobamba a las 11:15 a.m., y con el cuerpo escurriéndome de pies a
cabeza, ordené un almuerzo. La lluvia había calmado.
Y
acabaré estos posts, diciendo algunos datos para aquellas personas que
quieren evitarse de visitar a pie los baños sulfurosos de Oromina de Moyobamba: El
medio de transporte más económico y factible para llegar a estas pozas
azufradas es el motocarro. Como desde la entrada de la ciudad son algo de
sólo 6 kilómetros, el conductor te llevará y traerá de regreso (con
espera de media hora incluida) a un precio de 10 nuevos soles. OJO:
El ingreso cuesta 1 nuevo sol, precio que no pagué porque pasé
desapercibido en un momento tan inusual. No sigan mi ejemplo… Hasta la próxima,
y chequen el vídeo, amigos(as).
FIN
Descarga de fotos en Alta Resolución de los Baños Sulfurosos de Oromina, AQUÍ.
Que hermosas imagenes,ya quiero estar ahi ahora mismo!!!
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