Tras
pasar el puente colgante, la segunda y tercera cascada de Lahuarpía estaban
sólo a unos metros de distancia, pero
había un inquietante problema que fue empeorando hasta llegar al término de
complicarse demasiado, sin miras a solucionarse. Si han leído la Parte
II de esta aventura en la selva peruana, sabrán a qué problema me
refiero. Bueno, lo diré otra vez: la cámara fotográfica que porté
durante esa caminata amazónica, dejó de funcionar por completo, con previo
aviso de batería baja minutos atrás. Fueron en vano los intentos de
encenderla. Inclusive puse en práctica el viejo truco de sacar y meter las
pilas, pero nada resultó. Desde aquel momento ya no hubo más fotos.
Las que pueden observar en la presente entrada, son dos imágenes que
obtuve el año pasado (después de una noche de tormenta), y las otras, son las
que encontré en Internet (subidas por el individuo cuyo nombre muestro con
fondo transparente). Además cargué un escaneado del ticket de
ingreso a la segunda y tercera caída de agua de Lahuarpía (la primera imagen).
La sorpresa que me llevé al hallar un puesto de control a
apenas segundos de atravesar el puente. Tuve que pagar un nuevo sol
para que me abran el paso y continuar con mi actividad de ecoturismo.
Atendía allí, un hombre de mediana edad. El puesto en realidad es una pequeña
bodega hecha con tablones, en donde venden abarrotes, y al mismo tiempo es
la puerta de entrada a un sencillo recreo turístico de a un lado del camino.
No conversé mucho con el tipo, ya que tenía pensado hacerlo de regreso.
A
la 01:23 p.m. (siempre hora de mi móvil), pasé sin detenerme por la segunda
cascada, la más esplendorosa y visitada de todas. Para llegar a este sitio se
tiene que bajar por unas húmedas escaleras de piedra y puentecillos
de troncos. La flora es exuberante y, de rato en rato, se escucha
el canto de distintas aves, entre ellos, la de los loros (pihuichos),
paucares, pipitos, capitos, pericos, torcazas, etc. La copa de los árboles
son las moradas de estos simpáticos y ágiles plumíferos. Cualquier
turista que haga una caminata por esta naturaleza tropical también quedará
maravillado de ver tantas lianas, bromelias y flores de algunas orquídeas
en torno suyo. La temperatura durante todo el año es de un promedio
de 28 grados Centígrados, así de fresca como una lechuga. En las noches es
además recomendable hacer camping por las márgenes del
río Plantanayacu, oyendo el relajante ruido que producen las cascadas y los
múltiples sonidos de los insectos y ciertos anfibios.
Continué
de largo hasta la tercera caída, pues quería verla aunque era
imposible fotografiarla. Debía de cumplir mi itinerario de ese día,
porque desde niño tengo la costumbre de terminar todo lo que empiezo, hasta el
extremo de ver correr los créditos del final de una película o de comer mi
plato entero sin dejar un solo grano de arroz (cuando el hambre es
atroz). Dentro de unos instantes, la última de las cascadas de
Lahuarpía tendría otra visita. “Allá voy”, me oí decir. Así que seguí
el curso del río por un sendero con mucha hojarasca y ramitas esparcidas a lo
largo y ancho del suelo. La corriente de agua se mantenía a diez
metros a mi izquierda y me percaté que había bastantes piedras planas
en sus orillas como para descansar sobre éstas. Faltando poco para llegar a
la tercera caída de agua sanmartinense, tuve que ingeniármelas para
caminar a través de una quebradiza acumulación de ramas secas que
tapaban un tramo hundido e inclinado de la ruta. Un par de veces,
una de mis piernas quedó atajada por el peso; al regreso sucedería lo mismo,
pero sólo una vez.
La
tercera cascada de Lahuarpía es la que está más rodeada de rocas, guijarros y
cantos rodados. Las orillas de la poza que forma no cuentan con playas
arenosas, sino que aquí verás como pequeños acantilados o muros de piedra. También en la primera y
segunda caída es posible apreciar estas formaciones de la naturaleza,
sin embargo, a comparación de la última, son más accesibles para
el baño. A determinada distancia de las paredes de piedra, cerca a
la copa de un árbol construyeron un humilde mirador que, hasta ese día, ya
estaba por desplomarse, así como sus escaleras. Un tanto más pegado al
resbaloso sendero hay un lugar en el cual los aventureros podrán calmar
la sed en caso no dispongan de bebida. Se trata de la pila de San
Antonio. Desde la parte superior de unas oscuras rocas, caen
chorros de agua como si fueran unas duchas en fila. Lo más curioso de este
bebedero natural —quizás solo para mí— es el nombre con que le bautizaron los
propios habitantes del pueblo de Lahuarpía. Claro, se los diré
porqué: Hace como una década, en la mencionada población, vivía uno de
mis tíos de parte de madre. Él es sacerdote y se había ganado gran fama entre
todos con el pasar de los años debido a su gracia y carisma. Este tío mío se
llama Antonio García… Sin tener la oportunidad de fotografiar a un “legado”
familiar, harto de mi mala estampa, a la 01:45 p.m. me retiré del
lugar tras haber comido y bebido otro poco.
Como
ya lo dije en este relato turístico, de retorno a la
carretera me bañé en la piscina natural que crea la segunda cascada de
Lahuarpía y departí con el señor que cobraba el ingreso de los visitantes. Conseguí
información valiosa del sujeto, y viene a ser la que escribo en el
siguiente párrafo.
Meses más concurridos: Marzo y Diciembre. Mes más lluvioso: Febrero. Día de
la semana de mayor visita: Domingo. Desembocadura del Plantanayacu: río Mayo.
Accidentes en el puente colgante: 1 (un niño se había quedado colgado de las
sogas, pero fue felizmente socorrido)… Ese sábado, fuera de las personas
que nombré, divisé a gente bañándose en la lejanía y a un grupo de
muchachos de caminata a las últimas caídas de agua. También les hago de su
conocimiento que me faltó explorar más los alrededores y que, si en algún
momento cojas el destino de estos posts y cuando te halles de vuelta esperando
un aventón en la carretera, te digo que deberás tener paciencia y ser
amable e insistente con los conductores que transiten por allí.
Y
ahora les dejo un breve vídeo (que subí a YouTube), con
tomas de mi anterior aventura a las cascada de Lahuarpía.
Y
finalmente, después de tal vez haberles ocasionado un susto con los primeros planos
de mi cara, les informo que en cuatro días verán que cumpliré lo
prometido al final del post “Se
acerca el Festival de la Orquídea 2009”. Mientras tanto, pasado mañana
publicaré algo que entretendrá a los varones, y ojalá también a las chicas.
FIN
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