Luego de haber filmado y fotografiado a
las orquídeas y bromelias en macetas, in vitro y adultas del
suelo y de unos estantes del catorceavo Festival de la Orquídea, además
de tomar corridas notas de lo que explicaba un joven investigador
y criador de estas bellas plantas, me despedí del sujeto agradeciéndole con un
enérgico apretón de manos y una palmada en el hombro. “Iré a dar una vuelta
dentro de las instalaciones, y tal vez más tarde volveremos a conversar”,
le comenté mientras me alejaba. No le había llegado a comprar
ninguna especie, tanto de orquídea como de bromelia. Mi labor durante esas
fechas no fue la adquisición de plantas para llevármelas a casa, si no la
misión que me designé era la de recoger información textual y visual de todo
cuanto podía en este ameno festival. Aparte, el dinero que tenía
disponible no fue mucho como para darme el gusto de comprar Cattleyas y Phalaenopsis de
50 soles cada una. Apenas poseía lo suficiente para mi pasaje de
regreso, comida y gastos menores. En el comienzo de esta historia,
la Parte
I, señalo que la plata de mis bolsillos
era un sobrante; pero no dije de qué. Ahora se los
especifico: Desde hace como seis meses, me valía por mí mismo, o al
menos a medias; es decir, el 50% de los gastos universitarios, la
factura del teléfono e Internet corrían por mi cuenta, y el otro 50, a
cuenta de mis padres. Me postergué de obtener las modernas zapatillas y la
ropa de campo importada que tanto quería, para ir a Moyobamba y disfrutar
del Festival de la Orquídea. La crisis apareció como un gato negro
al girar la esquina. Y no me avergüenzo de aceptar públicamente
la cruda realidad por la que estoy pasando, y que gracias a la
Providencia está llegando a su fin, y espero definitivo… Pero dejemos a un lado
los problemas económicos, y sigan leyendo lo que fui haciendo
en los interiores del local en el cual se celebraba la más
grande exposición floral del departamento de San Martín, y de la exuberante
Amazonía peruana.
Tras mi retiro de los mostradores de INIBICO, con la cámara preparada, caminé
a través de un pequeño patio hasta un auditórium acondicionado para las más
variadas plantas que crecen en tierras moyobambinas y alrededores. Sin
embargo, antes de ingresar al salón, saqué cuatro fotos: dos, de una
flor gigantesca hecha de tela y alambre, levantada sobre un jardincillo
con suelo de aserrín y circulado por tronquillos, en medio del patio; otra, de
unas decenas de bromelias amontonadas en el piso; y la cuarta, de un croto (me
disculparán si no es el tipo de planta) que sembraron en el reducido
jardín, y la que pueden ver al terminar este párrafo, así como la de la
orquídea artificial y la del grupo de bromelias de arriba… Estas fotos las
capté en los momentos en que las personas se mantenían fuera de foco. Bajo el
sol, después de estar minutos en la sombra, los rayos quemaron
sobremanera, pese al poco tiempo de mi exposición. Ni siquiera había pasado
por mi mente echarme bloqueador anti UV. Muy negligente de mi
parte. Al día siguiente sería “testigo” de los resultados nocivos de los fuertes
rayos solares: piel negra y/o quemada, propensa a irritarse al más
ligero frote. Debo agregar que cuando salí más tarde del local del
XIV Festival de la Orquídea, tuve una aventura en bote y una caminata y visita
a los baños termales más copados de Moyobamba… Tranquilos, ansiosos
por conocerlo todo, en posteriores entradas publicaré estos relatos
turísticos o paseos por la selva sanmartinense… Ahora, amigos y
amigas, sigo con lo actual.
Tenía sed. Saqué la botella con agua de mi
mochila y bebí unos sorbos, segundos antes de entrar a fotografiar y grabar las
plantas. Cuando ingresé a los ambientes bajo techo del Festival de
la Orquídea 2009, me dio la impresión de estar en medio de la jungla amazónica.
De no haber sido por el piso de cemento y el cielorraso de calamina, el
recinto se hubiese parecido por entero a una selva de rica vegetación y
multitud de colores. Las orquídeas, bromelias, helechos y demás
plantas originarias del Altomayo, estaban colocadas en torno a las instalaciones,
en unos jardines similares al del exterior, amarrados y enredados en unas
lianas, troncos y ramas puestas en cualquier espacio alto o semi-alto, y sobre
unas macetas o bolsas independientes. Los “moyochos”, en
realidad, sí que tienen estilo en el decorado exótico. La
mayoría de las especies vegetales fueron nombradas, cada una con su
papel escrito cerca. De algunas, la tinta del lapicero o plumón estaba borrosa
o despintada a causa del agua salpicada o goteada, y por lo tanto, era
imposible leer lo que decía. De todas formas, fui todo menos minucioso
a la hora de aproximarme a observar, fotografiar o filmar las plantas. No
apunté los nombres. Claro que deben pensar que éstos se ven a través de las
imágenes que conseguí capturar con la lente; pero la verdad es que sólo de
algunas se puede hacerlo, por lo que al final, sentado frente a mi
computador de casa para postear, no ha sido una tarea fácil identificar a los
ejemplares que almacenó la tarjeta de memoria del trasto digital.
Incluso hay como una docena que no pude determinar su nombre (como
las flores guindas de abajo), y unas cuantas que sólo llegué a
saber su género.
Las
dos fotos de flores que presento en este post son las primeras que tomé en
los interiores. Si hay alguien (algún
comentarista) que sepa el género y la especie de esta “beldad” del Reino
Vegetal, estaría muy agradecido que me lo revelara. Díganmelo cómo
se llama, por favor. Odio no ser exacto cuando escribo y muestro artículos e
imágenes sucesivamente. No soy biólogo o botánico, pero tampoco estoy cero
en plantas, aunque quiero conocer más y estar casi codo a codo con los
científicos de esta rama. Para eso persisto en la investigación día a
día, y todo con el objetivo de compartirlo con ustedes, pacientes y
amables lectores, que se paran aguantando las interminables chácharas de
pesados blogueros… ¿Quién será ese hombre o mujer que tenga la gentileza
de dejar su huella con el nombre común y científico de la flor morada?
Por lo menos que haya uno con espíritu colaborador y sin miedo a
equivocarse. Sería tonto no saber qué orquídea es la de abajo, pero no
tanto la de arriba. Sean buenos chicos(as), dejando su granito de
arena en Me Escapé de Casa.
El Caminante, de algún u otro modo, les compensará. Pues, para eso está la
Red: para interactuar entre propios y extraños. Siempre estaré listo a
contarles lo que sea, y espero que ustedes, una vez que hayan encontrado mi blog, no se aburran de mis
líneas. El XIV Festival de la Orquídea 2009 es un acontecimiento
cultural, social y turístico que todo el mundo debe conocer, y es obligación
del quien escribe, difundirlo de forma detallada. Y así, les
estimulo a seguir leyendo hasta acabar el gran relato, y a opinar, preguntar,
sugerir o recomendar lo que se le venga a la cabeza, no olvidando guardar los
buenos modales.
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