Hace como tres meses y medio
que se me dio por empezar a practicar running y trekking, luego de que se
aflojaran las medidas del estado de emergencia por la pandemia del Coronavirus. Fotos actualizadas >>AQUÍ <<
Dejando a un lado las
noticias de actualidad, decidí retomar el tema de turismo de aventura en este
blog, pues con tanta información de la enfermedad, en su mayoría tóxica, me he
topado en Internet con un montón de falsedades descaradas, que por ahora
prefiero mantenerme al margen de desmentirlas, por lo que —pienso— ya hice
suficiente “chamba de conspiranoico” con las anteriores publicaciones. A partir
de este momento dedicaré en gastar mis energías en fomentar el turismo y en
practicar deporte, que de alguna forma hago más feliz al resto y a mí de paso,
después de tanta tragedia sucedida durante estos últimos meses.
Visité el mirador Polish
luego de seis días de su inauguración. Partí de casa, en el corazón de
Tarapoto, a la 1:15 p.m., el sábado 3 de Octubre del 2020. Las probabilidades
de tormenta eran altas, y aun así, me puse las zapatillas y empecé a caminar
rumbo al destino que ansiaba conocer. Sabía de antemano que en motocicleta se
tardaba poco menos de media hora en llegar. Pero, como siempre, no quería ser
parte del montón que hace lo mismo o no se atreve a hacer algo osado, decidí
llegar al mirador Polish solo con mis piernas, todavía en proceso de formación
atlética. Tampoco opté por la bicicleta, pese a que algunos ya lo habían hecho,
como era el caso de mi hermano el día de la inauguración; además, que ni tenía
una y menos aún estoy en condiciones de pedalear, según el doctor.
Me dirigí hacia el Este bajo
un cielo sombrío. Pasé por el distrito de la Banda de Shilcayo y tomé el camino
al pueblo de Bello Horizonte, que se ingresa por detrás del Hotel Puerto
Palmeras. Luego de tres kilómetros de marcha, un tímido sol empezó a verse
entre las nubes, pero perdió totalmente el pudor cuando arreció con fuerza a
dos kilómetros más; hasta ese instante ya caminaba por la polvorienta carretera
a Bello Horizonte. A los seis kilómetros, mi cuerpo estaba lo suficientemente
caliente como para empezar a correr. Hice unas cuantas inhalaciones profundas y
emprendí trote. Seguidamente transitaban motocarros, motos y autos en ambos
sentidos. Yo, la mayor parte del tiempo, cogía el lado izquierdo y así poder ver
quien venía en mi contra, evitando que me sorprendieran por detrás. Muchos
conductores tienen poca consideración con los runners y los ciclistas, por lo
que vale estar siempre con los sentidos bien activados.
Llegué a la bifurcación del
camino y seguí el de la derecha, porque el de la izquierda se dirigía al pueblo
de la Unión, muy popular por sus casadas del mismo nombre. Aceleré. Ya le había
agarrado ritmo a mis respiraciones. Me sorprendí que el polvo no era mucha
molestia, pero sentí algo más de calor. Unos minutos más y pasé por los
petroglifos de Polish, unos grabados en piedra que data de tiempos de mis ancestros,
los primeros pobladores de San Martín. Este complejo de piedras yacía al lado
izquierdo del camino, y para mayor información pueden hacer clic AQUÍ[Petroglifos de Polish – Bello Horizonte], un post que
dediqué al referente.
La ruta cuenta con subidas y
bajadas poco pronunciadas, mucha vegetación a los lados, pero principalmente
chacras y fundos con plantaciones de todo tipo, a veces se observan hasta
piscigranjas. No tardé en cruzar el pueblo de Bello Horizonte, en donde como
media docena de pobladores me vieron entre asustados y sorprendidos. “Mira a
ese joven corriendo en medio de este solazo”, me imaginé que murmuraban.
De pronto, las piernas ya
necesitaban descansar, aunque eso ya lo venía pensando desde que estuve
corriendo cuatro kilómetros, pero recién a los 5.2 dejé el running para pasar
nuevamente al trekking, que se extendería ya hasta que arribara a mi destino.
Bello Horizonte quedó atrás y otra vez llegué a la división del camino. Tomé el
de la derecha. Craso error. Había leído mal la ubicación en mi celular por la
deficiente cobertura del servicio móvil. Caminéun kilómetro por la ruta equivocada, la mayoría era subida; y de no
haber bebido unos buenos tragos de agua tras la corrida, me hubiera cansado
más. Felizmente tenía tanta agua en una botella que llevé en mi mochila como
para darse una pequeña ducha.
De no haberme topado con un
señor que conducía su motocarro para coger racimos de plátano de su chacra al
lado del camino, hubiera seguido yendo por la dirección equivocada. Gracias a su
aventón volví de nuevo al camino de abajo, en donde esta vez seguí por el de la
izquierda. Tras caminar otro tramo, llegué a otra ramificación del camino. Tomé
el de la derecha de acuerdo indicaba el letrero. Previamente confundí este
punto de desvío con el anterior: tenía que ir primero por la izquierda y luego
por la derecha.
Desde allí, el sendero se
inclinó a tal desnivel que tuve que levantar mucho las piernas para no ir tan
lento. Ahora sí estaba en el camino correcto y sobre todo cerca. “Aquisito,
nomás”, como decimos en la selva peruana. Los últimos trescientos metros se
tornaron más agotadores. Según mi contador de kilómetros, ya eran casi 15 desde
que salí de casa.
Mi reloj marcaba las 3:55
p.m. cuando llegué al mirador Polish. Agitado y empapado de sudor, ingresé al lugar.
Un hombre se acercó y se presentó: “¡Hola, amigo! ¡Soy Jansi Sánchez!”. Respondí
el saludo con la misma vehemencia pese a mi cansancio. “¿Y la movilidad?”,
preguntó. A lo que respondí: “Acá están”, dije tocando mis piernas. El hombre
se sorprendió, y dijo: “La entrada acá es dos soles, pero como tú llegaste a
pie no te cobraré. Yo respeto a los deportistas porque también fui uno”. Y así
fue como no pagué entrada al mirador Polish, sin saber ese rato que más tarde me
echaría unas cuantas cervezas con el propietario del recreo turístico y me
invitaría a otro que tiene más abajo, el que se ubica por el camino de la
izquierda, Paraíso Escondido.
El Mirador Polish es un lugar
donde podrás apreciar a la naturaleza de una forma diferente, con una vista en
360 grados. Cerros y colinas se observan alrededor, al igual que pueblos,
chacras y, más a lo lejos, a Tarapoto. Los atardeceres más bellos de San Martín
pueden verse desde este mirador, pero lamentablemente esa tarde no fue posible
porque empezó un ventarrón y una posterior lluvia acabó con obligar a retirar a
todos los visitantes (incluyéndome).
En el vídeo, a partir de la
mitad, podrán ver lo que ofrece este magnífico mirador. También pueden visitar
la fan page en Facebook (clic AQUÍ).
Hasta pronto. Dentro de poco
estaré contándoles otra aventura. Y, cualquier duda, pueden comentar o mandarme
un correo por la opción de Contacto. Y si todo va bien, dentro de poco se
estará abriendo el servicio de guía turístico.
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